En la plaza Camilo Mori del barrio Bellavista se encuentra la rojiza Casa Lehuedé, donde actualmente funciona el Hotel Castillo Rojo. El proyecto global para este hotel se centró en la restauración y rescate patrimonial de esta casa, tanto en la labor de arquitectura como de interiorismo. Construida en 1923 por el arquitecto Federico Bieregel, esta icónica casa fue proyectada originalmente para la familia Lehuedé, pero al pasar del tiempo tuvo muchas variaciones y se transformó notablemente en su interior: un tiempo funcionó como espacio de talleres de oficios y posteriormente como departamentos independientes.
Nuestra oficina tuvo el cometido de recuperar lo más posible lo que el castillo fue en sus primeros años. Se trabajó con los planos originales y fotografías de la época para rescatar elementos de interiorismo, aportando desde el diseño al trabajo de restauración. Se recobraron las molduras y revestimientos originarios.
Reconstruir la historia de la casa fue el concepto principal para el interiorismo. A través de sutiles guiños con elementos decorativos se intentó remitir a su vida anterior. Cada una de las habitaciones insinúa el espacio que había sido originalmente: la cocina, la habitación de los niños, el garaje, etc. Y en el cuarto piso se recrearon distintos talleres de oficios: el atelier del pintor, del arquitecto, del sastre, del escritor, etc. En el espacio que correspondía al ático se pusieron trofeos antiguos y artículos deportivos como raquetas de tenis que transmitieran la sensación de ese sector de la casa donde arriban los vestigios de antiguas victorias. Donde se ubicó la recepción antes estaba el garaje, por lo tanto, el piso era de hormigón. Como una manera de evidenciar esta huella del tiempo, se pusieron baldosas del mismo material, pero con un diseño de parquet, aportando un poco más de calidez y entregando la experiencia de vivenciar la historia de la casa.
En el plano estético, se buscó recrear un imaginario de la bohemia de los años 20, ligado al mundo de los artistas, a través de texturas, lámparas y mobiliario que recuerda ese esplendor. Muchos objetos y muebles fueron encontrados en San Telmo, Buenos Aires. Se compraron cuadros de Camilo Mori y se dispuso el icónico buffet de la casa como mueble de recepción, generando una atmósfera que retrotrae a la bohemia capitalina de esos años. Para las habitaciones se diseñaron muebles con una estética atemporal, pero que dieran la sensación de antigüedad.
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